Este árbol crece en los climas templados septentrionales, en Europa, Asia y Norteamérica. Existen muchas especies medicinales de tilo; Tilia cordata y Tilia platyphyllos son las más estudiadas y generalmente las más fáciles de conseguir. Independientemente de la especie, las flores se usan con fines medicinales. Aunque hay quien la llama flor de lima, no tiene ninguna relación con el conocido fruto verde de la lima.
[2 stars] | Agruras y Baja Acidez Estomacal |
[1 star] | Ansiedad |
[1 star] | Infecciones Recurrentes del Oído |
[1 star] | Resfriado Común/Irritación de Garganta |
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Se piensa que los principales componentes activos del tilo son flavonoides, glicósidos y posiblemente también un aceite volátil. El efecto antiespasmódico del tilo, especialmente en los intestinos, se confirmó en un estudio en humanos.
Las flores de tilo, bebidas en té, tienen un efecto diaforético. Los diaforéticos inducen una ligera fiebre, que posiblemente favorece la capacidad del sistema inmune para combatir las infecciones. Generalmente la fiebre no sube mucho, ya que el efecto diaforético también estimula la transpiración, el mecanismo normal por el que el organismo reduce la temperatura.
El té de tilo se prepara agregando 2 a 3 cucharaditas de las flores frescas o secas a una taza de agua recién hervida. Después, se dejan reposar en un recipiente tapado durante 10 a 15 minutos; el té debe beberse mientras aún está caliente. Durante un problema agudo, se pueden beber varias tazas al día durante un máximo de una semana. Para un uso más prolongado (de 3 a 6 meses), se pueden beber tres tazas al día.
También se pueden usar 10 ml de tintura una o dos veces al día. O bien, 2 ml de un extracto líquido (1:1), una o dos veces al día.
El tilo se agrega con frecuencia a otros tés de hierbas para mejorar su sabor.
Tanto la Comisión E del gobierno alemán como la guía oficial de la American Herbal Products Association sobre la seguridad de las hierbas establecen que el tilo no tiene efectos tóxicos conocidos.
Se considera seguro el uso del tilo en los niños y no existen motivos conocidos para evitarlo durante el embarazo y la lactancia.
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