El zinc es un mineral esencial que forma parte de más de 300 enzimas necesarias para la curación de heridas, el mantenimiento de la fertilidad en el adulto, el crecimiento en los niños y la síntesis de proteínas, y ayuda a la reproducción celular, preserva la visión, potencia la inmunidad y protege de los radicales libres, entre otras funciones.
Un consumo moderado de zinc, de aproximadamente 15 mg al día, es adecuado para prevenir deficiencias.
Las dosis elevadas (hasta 50 mg tres veces al día) se reservan para las personas con algunos problemas de salud, y siempre bajo la supervisión de un médico.
Para aliviar los síntomas del resfriado, se usan pastillas que proporcionan 13–23 mg de gluconato de zinc o gluconato de zinc-glicina, generalmente cada 2 horas durante el día, pero sólo durante algunos días. El efecto óptimo se logra cuando se utilizan cuando aparecen los primeros síntomas.
Los ostiones, la carne, los huevos, el marisco, el llamado chícharo de vaca o frijol de carita (Vigna unguiculata), el tofu y el germen de trigo.
El zinc inhibe la absorción de cobre; la deficiencia de cobre puede producir anemia, reducir los niveles de colesterol HDL (“bueno”) o producir arritmias cardiacas. Se debe aumentar el consumo de cobre si el uso de suplementos de zinc continúa durante más que unos cuantos días (excepto en las personas con enfermedad de Wilson).
Se ha descrito que el consumo de más de 300 mg al día de zinc reduce la función inmunológica.
Algunas personas indican que las pastillas para la tos con zinc les producen dolor de estómago, náuseas, irritación de la boca y mal sabor de boca.
Hay un informe de molestias gastrointestinales, gusto metálico, sangre en la orina y letargo por el uso crónico de más de 150 mg al día de zinc en suplementos orales, sin embargo, no se ha corroborado.
En presentación tópica, el zinc no tienen efectos secundarios conocidos si se usa según las indicaciones.
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